Después de la extinción de LyFC hace 3 años, la CFE tomó las riendas en la producción y distribución de energía eléctrica en la zona centro del país. Hoy enfrenta altos pasivos laborales, subsidios crecientes, así como pérdidas que ponen en duda su viabilidad. Cuando mucho, le quedan dos sexenios de vida.
Roberto Arteaga/ Nicolás Lucas/ Francisco Muciño
Aquella noche parecía como cualquier otra en el país, pero a las 23:00 horas del 10 octubre de 2009, la Policía Federal realizó un operativo para ocupar simultáneamente las instalaciones de Luz y Fuerza del Centro (LyFC) en la Ciudad de México, Necaxa, Cuernavaca, Pachuca, Pedregal y Lechería. La vigilancia en las plantas era mínima. En ese momento la atención estaba puesta en el partido de futbol entre México y el Salvador, que terminó 4-1 a favor del combinado nacional.
Mientras la policía ocupaba las instalaciones, a la medianoche se dio a conocer el decreto del gobierno federal con el que se extinguía Luz y Fuerza del Centro (LyFC) y asumía la Comisión Federal de Electricidad (CFE) las operaciones de sus plantas.
Al día siguiente, el presidente Felipe Calderón emitió un mensaje en cadena nacional en el que enumeraba las razones por las que se liquidó a la compañía: la ineficiencia en la operación, las pérdidas crecientes y los pasivos laborales hacían inviable a la compañía pública, por lo que la Ley Federal de Entidades Paraestatales respaldaba la extinción, afirmó el jefe del Ejecutivo.
Hoy, hace 3 años que se le liquidó a LyFC y la CFE tomó su lugar, pero esta paraestatal padece síntomas similares a los de su antecesora: pérdidas anuales, crecientes pasivos laborales y subsidios onerosos aplicados a las tarifas eléctricas que ponen en riesgo el funcionamiento de la conocida como 'Empresa de clase mundial'.
La modernización tecnológica y la eficiencia en las operaciones de la CFE, con miras a reducir los costos de la producción de energía eléctrica, podrían ser el último llamado para que la luz vuelva a brillar para la paraestatal.
FUENTE: El financiero
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