Cada semana encontramos nuevos elementos que nos debían hacer reflexionar muy seriamente con respecto al rumbo que ha tomado nuestro país en los últimos años.
Los retos de un crecimiento sostenido y sustentable para todos los sectores que integran una sociedad son enormes: van desde elementos básicos hasta complejas y sofisticadas estructuras para proveer de bienes y servicios públicos a dicha sociedad.
El esquema de concesionar a privados los servicios que tradicionalmente proporciona el gobierno, han sido motivo de grandes controversias y se ha podido demostrar que no siempre una privatización es exitosa.
Hasta hace unos pocos años se podía hablar que un modelo de empresa estatal exitosa era la CFE, una empresa de clase mundial según rezan sus propios slogans; y en efecto cuando comparábamos indicadores internacionales de productividad, eficiencia del servicio, costo de producción, etcétera, CFE aparecía entre los principales jugadores del mundo, y en algunos de esos indicadores, como líder en ellos.
El problema de CFE en el aspecto económico es el mismo de Pemex o de cualquier otra paraestatal en México: CFE recibe un presupuesto anual y sus ingresos son concentrados en Hacienda, quien es la que fija las tarifas de lo que pagamos por la energía eléctrica, más allá de saber si es rentable o no, ya que no se tiene forma transparente de comprobarlo. Lo que sí podíamos aseverar es que CFE en muchas de sus tareas era una empresa modelo y con estándares adecuados.
Sin embargo, hoy al igual que otras dependencias federales, la CFE está cayendo en fallas constantes, desabastos, y siendo rebasada en sus capacidades como ellos mismos lo manifiestan. ¿Qué está sucediendo?, ¿falta de planeación adecuada?, ¿falta de presupuesto suficiente?, ¿la demanda de atención y personal derivado de la extinción de Luz y Fuerza los agarró mal parados?
No lo vamos a saber a ciencia cierta; pero lo que sí es un hecho es que la calidad del servicio y atención que hoy sufrimos, está lejos de ese estándar de clase mundial.
La tendencia de estos tiempos es hacia la optimización y conservación de los recursos naturales; el impacto ambiental que hemos provocado derivado de nuestras exigencias de modernidad y crecimiento nos ha hecho dilapidar recursos que ya no son más renovables, y por ende tendremos que voltear la vista a la generación de energías alternas y más limpias.
La dependencia de la electricidad será mayor conforme pasen los años, por lo que el buen desempeño del proveedor monopólico de energía eléctrica en México debe ser de nuestra absoluta preocupación.
Como en todas las otras tareas nacionales, debemos involucrarnos más; si seguimos siendo solamente observadores críticos y silentes consumidores, pagaremos los altos precios que en otros temas hoy nos agobian.
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